«Agradezco al padre Javier su apostolado en la cárcel y, en él, a los agentes de pastoral, a los voluntarios, a los profesionales, a las familias y a todos los que se animan a ir al encuentro de quienes están en prisión, para ayudarlos a reinsertarse luego en la sociedad con la dignidad que nadie puede quitar, la de ser hijos de Dios.
Queridos amigos, así como otras veces les invité a retomar esas páginas del evangelio en las que se encuentran las bienaventuranzas y les propuse releerlas varias veces, para poder vivir hasta el final un “programa de santidad” que va “a contracorriente” respecto a la mentalidad del mundo, hoy también me permito invitarles a leer estás Bienaventuranzas desde la cárcel y dejar que ellas nos ayuden a entrar en el corazón misericordioso del Padre, que quiere que todos seamos felices y que nos animemos a soñar con un mañana mejor».
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